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Viejo como la gran mayoría de su población, el barrio de San Antón, degradado por el abandono que ha sufrido durante décadas, ha empezado muy lentamente a renovar su fisonomía urbana, a dejar atrás la imagen de barrio derruido que le ha caracterizado, gracias a las nuevas construcciones y al arreglo de las fachadas de las viejas viviendas que lucen vivos colores. Un avance que se produjo con el comienzo del segundo milenio, después de que se renovara el alcantarillado, se hiciesen nuevas aceras y asfaltaran las calles, y, posteriormente, con la apertura de la avenida de Jaime II.
Adentrarse en el barrio de San Antón nos llevará a recorrer angostas e inclinadas calles cuyos nombres, como el de La Huerta, hacen referencia a lugares comunes ya desaparecidos, a las tierras de cultivo que se extendían en el espacio que hoy ocupa la Plaza de España y el Paseo de Campoamor, o la Plaza del Hospital Viejo en recuerdo al hospital que se construyó en el barrio en el siglo XVIII. Otras llaman la atención cuando leemos las placas instaladas en las esquinas para guiar al visitante, y despiertan sentimientos a veces contradictorios, como las calles del Olvido, de la Esperanza, El Desengaño o Peligro .
Un recorrido que nos permitirá visitar espacios que trascienden el barrio y son un referente para toda la ciudad, como el popularmente conoció como Panteón de Quijano, que es uno de los pocos rincones románticos que quedan en Alicante. Está presidido por un monolito que se levantó en honor al que fue gobernador civil de Alicante Trino González de Quijano, quien murió en 1854 víctima de una epidemia de cólera que asoló la ciudad. Y, sobre todo, este recorrido incita a conocer un espacio que ha estado indefectiblemente ligado al barrio de San Antón: las naves de la antigua fábrica de tabacos que se instaló en las primeras décadas del XIX en lo que fue la Casa de la Misericordia, destinada a hospicio y residencia del obispo de Orihuela, hoy convertida en el complejo de Cultura Contemporánea Las Cigarreras. Un espacio que es todo un referente cultural de la ciudad .
La tranquilidad de sus calles contrasta con el ruido que se produce a diario como consecuencia del intenso tráfico que circula por las grandes vías como las de San Vicente, Alfonso el Sabio o la avenida de Jaume II, que están a situadas a escasa distancia. Por ello llama la atención ver a gente mayor en la calle sentada a la puerta de sus casas mientras disfrutan de una soleada mañana mientras saludan a los vecinos que pasan a su lado, ajenos al tumulto de los coches. «Aquí se está muy bien, se vive tranquilo», afirma Rafael Maltés Juliá, que se muestra orgulloso de sus 87 años y nos explica que el adorno floral que hay a la entrada de su vivienda, junto a un cuadro de cerámica con la imagen de la Santa Faz, se mantiene desde las fiestas.
Una familiaridad que se vive en el barrio y de la que hace gala también Mari Carmen Gorgé que regenta el bar de la Agrupación Deportiva San Antón , cuyo equipo de fútbol ha participado con éxito en la Copa San Pedro, que preside desde hace cuarenta años su padre, Francisco Gorgé. En la barra del bar Antonio Manzanaro indica entre risas que le gusta que le llamen por el apodo de ‘El Tigre’ y con 76 años muestra una gran animosidad. Asegura que no cambiaría el barrio por nada.
«Pero queda todavía mucho por hacer», afirman los vecinos, que lamentan que haya una gran cantidad de solares abandonados, muchos de ellos propiedad del Ayuntamiento, que en nada contribuyen a mejorar la imagen de este núcleo de población que está situado en pleno centro de Alicante, junto a la ladera del monte Benacantil, del que le separa la avenida de Jaime II, y que se ha ido despoblando. También se quejan de estos espacios vacíos, especialmente los situados junto a la prolongación de Alfonso el Sabio, zonas de aparcamiento que afean el lugar, además de punto de encuentro de jóvenes que practican botellón.
Solares en los que, como recuerda María Teresa Navarro, presidenta de la asociación de vecinos, hace más de diez años el Patronato Municipal de la Vivienda había previsto construir, con la participación de jóvenes arquitectos, edificios singulares y modernos que respondiesen a criterios de sostenibilidad, en los que se usarían paneles solares para obtener energía y permitirían un mejor aprovechamiento del agua, pero que no se han realizado. La falta de financiación motivada por la crisis ha relegado este proyecto.
Ramón Riquelme, popular vecino de San Antón, donde reside «desde hace más de 35 años que me casé y me vine aquí», y al que todo el mundo conoce por la elaboración de paellas gigantes y especialmente por ser presidente de la Hermandad de Semana Santa del barrio de Santa Cruz, señala que ha sido la iniciativa privada, los propios vecinos, los que más han construido y rehabilitado viviendas. Como es su caso, ya que tiene un solar en la calle Nueva Alta, al lado de su vivienda, en el pretende levantar una casa con planta baja y dos o tres alturas. Las que le permitan, puesto que el Plan Especial de Protección del Castillo limita las alturas para no dañar la visibilidad del la fortaleza.
Navarro añora la época en que en la calle Díaz Moreu , esquina con la de Empecinado, había un taller de elaboración de horchata, que después se llevaba al kiosco Peret, y al que iba a comprar por encargo de su abuela. También las noches de verano en las que el barrio hacia vida familiar en la calle.
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