La Agrupación de Telespectadores y Radioyentes (ATR) anunciaba ayer la presión que está ejerciendo en los últimos días con los anunciantes de televisión que se publicitan en programas que tildan ellos de“telebasura”.

 

Ante esta situación habría que preguntarse qué hay detrás de asociaciones de espectadores como la ATR, ¿quién les avala, cuántos, quiénes son? ¿A quién o quiénes representan? Es evidente que en sus quejas no se sienten identificados los millones de espectadores que siguen cada día de forma voluntaria el programa líder de las tardes, que les hace compañía, les entretiene y divierte. Porque si por algo se caracteriza la audiencia de Tele 5 es por ser una audiencia fiel, que no se deja adoctrinar por quienes quieren imponer su criterio y su censura como en tiempos no muy lejanos de la dictadura.

 

Encontramos aquí inevitablemente la coacción a varios derechos, entre ellos la libertad de expresión de los programas y todas aquellas personas que trabajen en él, la libertad del espectador de decidir qué es lo que quiere ver en su casa o la libertad de los anunciantes a elegir el target de audiencia en el que se quieren publicitar.

 

Y es que nadie debería obligar a ningún ciudadano a decidir por un programa u otro. Cuántos de los que promueven este tipo de boicots no han presenciado en otras cadenas de televisión a los mismos personajes, contenidos o asuntos pero que no han acabado siendo líderes de audiencia. ¿Por qué ahora deberían avergonzarse los anunciantes por publicitarse en estos espacios y antes no? Parece que este es el momento en el que nos topamos con una doble moralidad.

 

Este boicot que vuelve a amenazarhuele ya un poco a chamusquina, como intencionado vamos. ¿Por qué ahora a la ATR le entran esa moralina y antes no? ¿Quizá por conveniencia? Los recortes económicos actuales seguro que también van a afectar a las subvenciones que reciben del Gobierno este tipo de asociaciones que con este tipo de acciones lo único que buscan es notoriedad más que moralidad como se está viendo.

 

Para hacer una verdadera defensa de la televisión deberían dejar de atentar contra un sector del que viven miles de familias y cientos de profesionales bastante preocupados por cómo van a sobrevivir a un año más de crisis. Lo que les faltaba era sufrir un ataque tan intencionado como este a una cadena de televisión avalada por millones de espectadores y líder de audiencia de las tardes, le pese a quien le pese.

 

Es hora de que la ATR elija si realmente desea defender al telespectador objetivamente, o si por el contrario, prefiere ser vista por los españoles como una herramienta de competencia desleal beneficiosa para Antena3 y La Sexta.